Dilo y tal vez lo recuerden, Escribelo y si lo olvidan volverán a leerte.

Dilo y tal vez lo recuerden, Escribelo y si lo olvidan volverán a leerte.

domingo, 28 de abril de 2013

El Poder de la palabra


El Poder de la palabra
 Rosario del Carmen Flores Vallejo

García Márquez declaró en una de sus muchas apariciones que a sus doce años de edad estuvo a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba lo salvó con un grito: -¡Cuidado! El ciclista cayó a tierra. Y el señor cura, sin detenerse, le dijo: ¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?”

La palabra tiene el poder de cambio. Nosotros, los seres humanos somos animales de conductas repetidas que en búsqueda de refugio encontramos cobijo en la rutina, que según el DRAE  es:  la costumbre inveterada o el hábito adquirido de hacer las cosas por mera práctica y sin razonarlas, para no hacer frente a lo que podría ser nuestra salvación, claro, simplemente es fácil ahogarse en el conformismo  que adentrarse en una búsqueda de respuestas (que pueden o no existir), de cambios que de un momento a otro alteraran esa zona donde es sencillo respirar.

Castel, personaje de la obra de  Sabato: El Túnel, lo ejemplifica de manera clara en su desprecio al mundo en donde y con los que vive; hay tres cosas que le molestan: los manierismos (adquiridos por la convivencia con  familia); la jerga de los grupos “elite” de una sociedad y los críticos.

Y si nos adentramos a pensar en estas tres situaciones observaremos que tienen una cosa en común: todas son parte del estándar, caen en la monotonía de la acción repetitiva, sosa que carece ya de sentido; son reflejo automatizado de la inercia con la que se vive la vida-¿en realidad se puede vivir así?- pero tenemos una escapatoria a esta trágica historia y esta salida es: la literatura.



Te encontré al final del túnel…y morí en ti

A través de sus letras y sus personajes nos hace experimentar el error, el éxito; la tragedia y la comedia de los caminos que  han de ser tomados por una persona “cuerda” o los que una persona “loca”.
Como Castel, toman para saberse ciertos en su mundo trivial; sea como sea, al pasar los ojos por las líneas de un texto le damos vida y nos estamos dando una oportunidad de ampliar nuestros horizontes, modificar nuestra visión y cambiar (si no en 360 grados nuestra vida) por lo menos un grado nuestro punto de vista; así si de alguna manera nos hemos sentido “enclaustrados en nuestra propia existencia” con la literatura tenemos esa ventana de escape por la cual alguna vez, cual María Iribarne, saldremos de ese marco limitante y nos daremos la oportunidad de vivir al leer.

La palabra también tiene el poder de la acción. De igual manera los seres humanos tenemos, parafraseando a Einstein, una fuerza más poderosa que todas las existentes en la naturaleza: la voluntad. Bajo esta premisa y al analizar el texto “Ese Día” del escritor José Miguel Sánchez Gómez conocido como “Yoss”, si bien da la impresión de que es una sátira de la forma de vivir de la humanidad podemos ver  que nos presenta una perspectiva diferente de las capacidades del hombre, éstas reflejadas en los verbos usados para las dos partes que conforman el cuento (los extraterrestres y los humanos); mientras que los extraterrestres únicamente “vienen, miran y se van” los humanos “se preguntan” y esto nos lleva a interpretar que a pesar de lo falibles que podamos ser también somos perfectibles ya que tenemos la capacidad de reflexionar sobre algo que ha acontecido y con la voluntad de la que se nos ha dotado, actuar para mejorar día con día.

La literatura no sólo está ahí para hacer lo que los extraterrestres, hacer como si nada hubiera acontecido; la literatura existe para que paulatinamente el lector aplique las enseñanzas y la sabiduría de culturas de diferentes tiempos y espacios y así evitar la repetición de ciclos que pueden llevar a la destrucción de la dinámica del alma, desde la de una persona hasta la de su comunidad entera. Sin duda alguna la trascendencia de La literatura es atemporal y no comprende barreras geográficas ya que con la fuerza que fue escrita será leída e impulsara al lector a actuar en pro de sus convicciones y de su ser.


Nos quedamos en un mismo tiempo

Por último, y no por orden de relevancia la palabra también tiene el poder de dejar “ser”. Así como en el cuento “Una flor amarilla” de Julio Cortázar nos revela esa necesidad del hombre por saber que se preservara su historia (claro siempre y cuando esta sea digna de ser repetida según el que la vivió) a la postre de su muerte, de la misma manera en la vida real el hombre comparte esa preocupación ya que sabemos que  nos vamos desgastando, caducamos, nos oxidamos somos tan efímeros como la alegría que por momentos nos embarga, somos como ya lo decía Yeats “ almas inmortales, atadas a un cuerpo de un animal agonizante” qué más quisiéramos que preservar nuestra memoria y ser alguien digno de ser recordado. 

La literatura en su capacidad de fénix hace renacer a las palabras muertas de tiempos inmemoriales  paralelamente hace recuperar ideas, conocimientos y la sabiduría adquirida de la misma praxis; nos deja ser de nuevo con ella.

La literatura en el hombre contemporáneo no puede pasar desapercibida porque detrás de cada cambio, de cada acto, de cada vida que comprende este mundo ahí puede saberse que estuvo el mundo de las letras de las ideas un mundo que mientras sea leído palpitará y no tendrá fin.

Rosario del Carmen Flores Vallejo





sábado, 20 de abril de 2013

El Error de la Luna y la Redención de Dos Estrellas



El Error de la Luna y la Redención de Dos Estrellas



Efectivamente, fue el error de la luna. La niña cayó en embelesos, de esos que roban el aliento. Esos que son mortíferos. No tanto como la cabeza de Medusa, más bien como flechas envenenadas de idealización del infame Cupido. Ese que yace en la obra de Botticelli. ¡Qué va! Cupido está en pañales. ¿Qué va a saber él del amor?
La niña salió de la galería de arte con rumbo a su hogar. Llegó la noche.
    ¡Egua! Estoy aquí, en el mismo lugar donde tu inercia me arrojó. La desviación de la luz  parecía un buen atajo. Bueno…ahora ya no. Voy caminando con los ojos mirando al suelo y el corazón al cielo. Te quiero alcanzar. Tengo un pesar, tengo varios, no me dejan ir… me atan. Es mi obediencia la que me tiene atado. ¡Egua reflexiona-te!
¿Cupido qué va a saber de lo que le duele a Egua el silencio o de lo que provocaron en ella la actitud altiva y los ojos de Íptemo? Esos ojos que desdeñaron todo, como haciéndolo a un lado; así como quien hojea un libro en el estante empolvado. Ese libro abierto, que ansioso por ser descubierto, aceptó las caricias de unas manos canallas entre sus hojas. 
    Estoy aquí en el péndulo de movimiento eterno entre dos lugares, dos corazones. En aquellos tiempos descompuestos. Todo por las “alas” y sentimientos adiabáticos que en mi pecho habitan. Ya tomaron mi lugar, es cierto ¿alguna vez lo tuve…aún lo tengo?
Dile tú ciego Cupido, que además tuviste la desfachatez de vendarle los ojos, ¿quién te creíste para flechar al de los ojos equivocados? ¿O quizás fue un desvarío?
    Aquí estoy en tu espectro memorial Legeips, llena de frecuencias que no te dejan escuchar mis latidos... ¿me ves? ¿Dónde estoy? Quizás estoy más cerca de ti pero me anulas. Mi pulso se nulifica, me estoy muriendo y tu atemporalidad no me alcanza. ¡Legeips reflexiona-me!
No, no... Si fue el error de la luna y de Cupido; de esa primavera de cuatrocientas especies florales; del invierno que se avecinó así: sigiloso asesino de juventud que día a día nubló todo un poco más. Fueron los vientos, la euforia... o ¿fue Venus?
¿Será que la curvatura del universo no nos deja vernos?
    ¿Son tus ojos mi espejo y mis ojos son tu espejo? 
Venus se vio cegada por su vanidad de mundo rosa. ¿Qué no se dio cuenta que el amor no es más que otra rosa llena de espinas de su jardín y un capullo frio? Fue tu cara reclinada y meditabunda reflejo de evasión. Te evadiste de ver, por tus errores, de frente a los hombres. Les dejaste un espíritu desquebrajado. ¡Los engañaste! A ellos y a Legeips.
Fueron de la naturaleza las mareas altas, la predisposición de la luna a acrecentarlas...fue el error de la luna que en el corazón de Egua destruyó aquellas conjeturas aventuradas de un amor que nunca tuvo cimientos.
Las tres locas: Belleza no basta,  Sabiduría no la aguanta y Armonía ya no puede mediar en ese juego de discursos retóricos y alegatos vacíos.
¿Y de qué sirve que estén juntas si el error de la luna fue que Egua se fijó en los ojos negros de Íptemo? En ese claro de luz que asomó por el retrovisor, Mercurio le  vendió en la luna su perfecta sonrisa y su “espíritu sin complejos”. Y pagó un corazón ilusionado al comerciante, al informante, entre la tierra y los cielos. ¿Qué recibió? Sólo lágrimas y desconsuelos.
Fue el error de Egua, el de la luna, el de esa condenada estación...es su error, ella cayó en tu trampa de ilusión, Cupido. El error fue que ella entregó su corazón.
    Nos empañamos la pupila con nuestros alientos, estamos tan cerca…(que burdo) y a la vez tan lejos. Doy un paso adelante y tú uno atrás y viceversa. Nunca juntos vamos a estar.
    ¡Cómo anhelo tus manías, tus miradas con las mías!
    ¡Cómo anhelo de tu cabellera la entropía!
            Condenados a nunca verse y sólo reflejarse rondan aquellos amantes en el universo. ¿Se buscan todavía? Toda la historia fue un picosegundo, fue todo un haz de luz en el cielo.
    ¿Es un sueño?
Y entonces la niña se levantó de un brinco y se asomó por la ventana. Miró al cielo, contempló la noche y agradeció por el día de mañana. Sintió que el rose de sus manos, mientras oraba mirando hacia Sirio, la movía desde la más ínfima partícula de su ser hasta la más grande supernova a su favor.
Supo entonces que sus palabras y su amor, como el aleteo de una mariposa, provocarían una reacción en el mundo que la rodea y la llevarían hacia él, el indicado.
A la mañana siguiente, después de un sueño de veinte años, al fin se reflejó Egua en una primavera anticipada el 22 febrero. Egua cerró los ojos y despertó. Legeips por fin la encontró.



Rosario del Carmen Flores Vallejo.

lunes, 15 de abril de 2013

Sanar


Sanar

̶ Escuché mi paso tranquilo al ritmo del crujir de las hojas del periódico dominical, mientras de entre mis manos rasposas y llenas, como Saturno, de lunas y lunares manchas parduzcas decoloradas tanto en matices sepia, cobrizos y grisáceos, con el mismo tono del ejemplar noticioso, le di vuelta a la primera página.

Llegó una chica de cabello corto y negro como matizado de cobrizo. Comenzó a darle de comer a las palomas con una hogaza de pan de caja. Volteó súbitamente, como espantada, al momento que jadeé y tosí ásperamente. Ella abrió sus ojos cafés grandotes, grandotes… y me sonrió.
Me ruboricé y volví mi mirada hacia el periódico. Continué mi habitual lectura con la sección de esquelas y proseguí con las quejas. ¡Claro! con la respectiva mentada de madres, bien justificada, cuando llegué a la sección de política del Reforma.

̶ ¡Qué desmadre con estos tiempos!

 Refunfuñé, cuando detuve mi lectura por la calle al mismo tiempo que descansé mi cuerpo en una banquita frente la Fuente de Cibeles entre Oaxaca, Durango y Medellín.

–Puras carencias, muertes, porros, hambre... ¡puro desmadre!- reafirmé y siguí con la queja. -Yo no sé, ¿qué más malo puede haber que la soledad? todo tiene solución… ¡todo, menos la muerte! Pero estos jóvenes modernos no lo quieren ver…
Hice un silencio. La chica de cabello corto y negro siguió ahí sentada junto a mí, escuchando.

̶ ¡Qué lástima!- dije entre un suspiro - Creo que hasta se quieren morir más pronto con su mota, churros, mona; ¡Mona! ¿Qué tarugadas son esas?
Son idiotizantes. La juventud se ha perdido, dormida entre sus chingadas amapolas y los pobres quedaron muertos en sus campos de peyote.

A mis 70 años, con mis cienes platinadas y ojos cansados, con mis culpas y reproches, y sin nadie a quien dejar un legado. Aunque sea una pizca de lo que  aprendí de la vida, me hubiera gustado tener a alguien. Instantes después decidí seguir con mi soliloquio. Me aislé del pitido de los Datsun y los Renault, las ambulancias, patrullas, los gritos de los transeúntes, para rumiar sus penas.

̶ ¡Que fregados! Ya pasaron tantos años, pareciera que fue ayer cuando tuve 9 años y yo atrás de mi papá- una risa se asomó entre mis comisuras- Ahí estaba yo: chingue y chingue que me enseñara a forjar el hierro para las piezas de la locomotora.

Mi padre fue pailero durante la Revolución, encargado de fabricar las piezas de precisión para las máquinas de transporte.

̶ ¡Ese mi papá! …como me gustaría abrazarlo de nuevo -pausó y se llevó la mano a la frente llena de relieves -¡No, pero si era bien cabroncito! Le pegaba a mi mamá. ¿Para que me acuerdo de esto?

En fin allá en Durango, en las montañas del norte, todo era diferente; eran otros tiempos. Pues así era en 1924, cuando disque me enrolé a las fuerzas revolucionarias. Todavía era yo un niño. Me apodaban “El General” por lo güerito. Lo bueno que se acabó todo a las dos semanas de mi inscripción a las tropas. Porque de lo contrario tantas batallas me hubieran matado más…hubiera quedado tan herido, tanto por fuera como por dentro.

̶ A todos mis hermanos, los diez, los vi morir. ¡Yo soy el más chingón!
Y fanfarroneé  cuando moví mis bigotes de brocha gorda de izquierda a derecha al alzar sus cejas con aire taimado.

̶ Seguí caminando, aún con todos estos años encima, ¡pero sigo!
            Mencioné orgulloso, al momento que concluí mi sentencia. Se elevó mi voz aguardentosa con brío, y espanté a una niñita que caminaba por la acera con un globo multicolor, igual que sus trenzas. La pobre perdió su globo.

Recobré el aliento después de mi declaración de supervivencia y volví al discurso quejoso.
̶ Son tantas las historias hechas fantasmas, que se mueven burlonas entre las cortinas roídas y parchadas; así como las que están en los Multifamiliares Juárez. El viento y la tierra se llevaron todo, me lo quitó todo: la tierra y el viento, sólo me dejaron eso: el tiempo. Este tiempo que se me dio, al que la vida y mis deseos me condujeron…me condenaron.

Recuerdo cuando fui el “corre ve y dile” del Maestro Francisco Montoya, ¡ese canijo!- dije con una mueca de añoranza- Creo que debí haberle hecho llegar mis comentarios sobre sus murales. Debió haberle puesto más corazón de México y no tanto mugre agachón y sin temple, entre las paredes y sus pinceladas. Debió haberle puesto más huicholes, tarahumaras o coras. Gente con los tamaños suficientes, para mostrar fuerza. Así chaparritos y todo: rebeldes y leales, así eran los verdaderos mexicanos… – y corrigió al instante- ¡Así somos! Ya decía yo que no era cuestión de matices dorados; al mural le faltaba bronce: color de nuestra raza.

̶ Pues sí, aprendí orfebrería.- dije echándome porras.

Aprendí más que nada para hacerle justicia a lo que me enseñó mi papá. En la escuela de oficios, cuando con Cárdenas hubo progreso en el Estado y el País, en materia de educación, le saqué provecho para hacerle unos zarcillos a mi novia… pero al final Gloria me dejó por el mediquillo del pueblo. ¡Esa desdichada…mala mujer!- una lagrima corrió vertiginosa entre mis belfos con  arrugas. Pero Eva me cuidó.

Pasé media hora en llanto ahogado luego de dos horas de reclamos a la vida y tomé el periódico de nuevo, y con voz más calmada reflexioné-¡Bueno ¿ya qué más queda?! Ahora pura chamaquita embarazada; de esas  que van y botan a sus bebés en cualquier lado. Mocosos con sus drogas y nada de escuela…ya ni si quiera la que da la vida. Religiones y credos que no tienen fe. Quieren reformas y justicia y no hay ni siquiera orden en sus cabezas. Están todos descarriados…
Me levanté de la banquita y emprendí de nuevo el viaje.

 -Ahora con esto del terremoto…apenas estamos saliendo adelante. Sólo ha pasado un mes. Todavía la muerte nos ronda. El tiempo, es nuestro verdugo.

Se dice que el tiempo lo cura todo; pero a veces no vivimos bastante para hacer esa prueba. Me falta sanar aún.

La chica de cabello corto y negro se quedó en la banquita. Se quedó inmortalizada en mi recuerdo de igual manera.

Tomé mi periódico, mi vejez, mi tiempo y partí a buscar de los gallos el alimento.


Rosario del Carmen Flores Vallejo

Paloma de Marsella

"The only universal constant is: The Constant search for Truth” 



domingo, 7 de abril de 2013

Empezar a perdonarte no puedo..
by Rosario Flores Vallejo on Saturday, August 13, 2011 at 6:48pm ·

Dejar de amarte ¿para que? empezar a perdonarte no puedo..
¿diste tantas vueltas a mi corazón que solo odiarte puedo?.
Lo dejaste mareado, has sido todo lo que dijiste que serias:
tormenta, tornado, volcán...(te suena familiar) destructor
de ilusiones, dejas mi espíritu apagado.

Si algun dia llegue a quererte, si algún día te lo dije, 
retarda las conexiones que tu
cerebro pudo haber elaborado de mis desvelos, de mi amor sin
frenos...pudimos ser felices...

Ahora mi sistema sólo en un matraz de cultivo dejara tu recuerdo vivo

(si si te estoy hablando a ti aunque tu ni una sola de tus palabras quieras
dirigirme desde el dia en que de mi cariño te hable)

Sobreponerme del pasado, esa es la encomienda. 

Aunque a veces las personas que amo...

me lleguen a lastimar una y otra vez, al no prestar atención.

CAER Y LEVANTARSE

CAER Y LEVANTARSE

Podrías romperte en mil recuerdos
y te pegaría pacientemente, 
podrías caer desde los cielos
y mis brazos ya estarían ahí para atraparte.

Mi silencio te callaría
como un beso que te encadena los labios,
y mis palabras de mas estarían...
al tener en cuenta que el que habla cuando es oportuno
es de los mas sabios.

Cómo no quieres saber de la noche,
de la lluvia, del día, de mi amor...
Eres descalzo entre las piedras

¡Eres necio corazón!

Y como no quieres saber lo que seria
que desgracia es entonces la mía,
al saberte tan cercano y darme cuenta 
de que sigues siendo un extraño.



Somos nada...y en la nada estamos todos
el vacio, la luz suspendidos en la nada

Aqui estoy
                                              L      n
                         En   e l     S  i       e     c  i o o                                        
                                                                   o
                                                                        º º
                                                                               º
                                                                                        de tu mirada
¡Calla!

Una soledad abrumadora, cual tormenta còsmica, me abruma, me cansa, me espera...

serà ella entonces mi eterna morada...


Nebulosas, eclipses, estrellas, meteoros...No, no, ya no esperes,


                                               ¡E              N               E          R             G            Ì          A!

el tiempo ¿tiene cura? 

La tormenta cesa, 

espera 



tiene vida...aùn palpita

RCFV