Sobre el lecho inoxidable con olor a formol
escucho el réquiem de una noche, que aún me aturde.
Ahí, donde el compás de tus latidos
un día llenaba la pieza, una nota estridente se asoma
y acalla todos mis sentidos.
Tu recuerdo gira,
zumba en mi plato cual mosca con hambre.
Se afilan tus memorias, chirridos metales de
carnicería:
el arrastrar de tus pies craquelados,
me enmudece el bramar de la sangre.
Las campanitas huecas en el altar de tus santos,
Qué hueca la esperanza queda.
¿Hace eco tu voz allá en lo alto?
Pareciera escuchar que la comida está servida
desde la cocina, lugar donde alguna vez habitaste.
Pero es sólo el sonido que aturde,
el eco del hambre, que chilla.
A veces no sé si es el hambre de la mosca
o la mía de volver a verte.
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Calles de Segovia |
Paloma de Marsella
Charito ´14
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