El Poder de la palabra
Rosario del Carmen Flores Vallejo
García Márquez declaró en una de sus muchas
apariciones que a sus doce años de edad estuvo a punto de ser atropellado por
una bicicleta. Un señor cura que pasaba lo salvó con un grito: -¡Cuidado! El
ciclista cayó a tierra. Y el señor cura, sin detenerse, le dijo: ¿Ya vio lo que
es el poder de la palabra?”
La palabra tiene el poder de cambio. Nosotros, los seres
humanos somos animales de conductas repetidas que en búsqueda de refugio encontramos
cobijo en la rutina, que según el DRAE
es: la costumbre inveterada o el
hábito adquirido de hacer las cosas por mera práctica y sin razonarlas, para no
hacer frente a lo que podría ser nuestra salvación, claro, simplemente es fácil
ahogarse en el conformismo que adentrarse en una búsqueda de respuestas
(que pueden o no existir), de cambios que de un momento a otro alteraran esa
zona donde es sencillo respirar.
Castel, personaje de la obra de Sabato: El Túnel,
lo ejemplifica de manera clara en su desprecio al mundo en donde y con los que
vive; hay tres cosas que le molestan: los manierismos (adquiridos por la
convivencia con familia); la jerga de los grupos “elite” de una sociedad y los críticos.
Y si nos adentramos a pensar en estas tres situaciones
observaremos que tienen una cosa en común: todas son parte del estándar, caen
en la monotonía de la acción repetitiva, sosa que
carece ya de sentido; son reflejo automatizado de la inercia con la que se vive
la vida-¿en realidad se puede vivir así?- pero tenemos una escapatoria a esta
trágica historia y esta salida es: la literatura.
Te encontré al final del túnel…y morí en ti
A través de sus letras y sus personajes nos hace
experimentar el error, el éxito; la tragedia y la comedia de los caminos
que han de ser tomados por una persona
“cuerda” o los que una persona “loca”.
Como Castel, toman para saberse ciertos en su mundo trivial;
sea como sea, al pasar los ojos por las líneas de un texto le damos vida y nos
estamos dando una oportunidad de ampliar nuestros horizontes, modificar nuestra
visión y cambiar (si no en 360 grados nuestra vida) por lo menos un grado nuestro punto de vista;
así si de alguna manera nos hemos sentido “enclaustrados en nuestra propia
existencia” con la literatura tenemos esa ventana de escape por la cual alguna
vez, cual María Iribarne, saldremos de ese marco limitante y nos daremos la
oportunidad de vivir al leer.
La palabra también tiene el poder de la acción.
De igual manera los seres humanos tenemos, parafraseando a Einstein, una fuerza más poderosa que todas
las existentes en la naturaleza: la voluntad. Bajo esta premisa y al analizar
el texto “Ese Día” del escritor José Miguel Sánchez
Gómez conocido como “Yoss”,
si bien da la impresión de que es una sátira de la forma de vivir de la
humanidad podemos ver que nos presenta
una perspectiva diferente de las capacidades del hombre, éstas reflejadas en
los verbos usados para las dos partes que conforman el cuento (los
extraterrestres y los humanos); mientras que los extraterrestres únicamente
“vienen, miran y se van” los humanos “se preguntan” y esto nos lleva a interpretar que
a pesar de lo falibles que podamos ser también somos perfectibles ya que
tenemos la capacidad de reflexionar sobre algo que ha acontecido y con la
voluntad de la que se nos ha dotado, actuar para mejorar día con día.
La literatura no sólo está ahí para hacer lo que los
extraterrestres, hacer como si nada hubiera acontecido; la literatura existe
para que paulatinamente el lector aplique las enseñanzas y la sabiduría de culturas de diferentes tiempos y espacios y
así evitar la repetición de ciclos que pueden llevar a la destrucción de la
dinámica del alma, desde la de una persona hasta la de su comunidad entera. Sin
duda alguna la trascendencia de La literatura es atemporal y no comprende
barreras geográficas ya que con la fuerza que fue escrita será leída e
impulsara al lector a actuar en pro de sus convicciones y de su ser.
Nos quedamos en un mismo tiempo
Por último, y no por orden de relevancia la palabra también
tiene el poder de dejar “ser”. Así como en el cuento “Una flor amarilla” de Julio Cortázar
nos revela esa necesidad del hombre por saber que se preservara su historia
(claro siempre y cuando esta sea digna de ser repetida según el que la vivió) a
la postre de su muerte, de la misma manera en la vida real el hombre comparte
esa preocupación ya que sabemos que nos
vamos desgastando, caducamos, nos oxidamos somos tan efímeros como la alegría
que por momentos nos embarga, somos como ya lo decía Yeats
“ almas inmortales, atadas a un cuerpo de un animal agonizante” qué más
quisiéramos que preservar nuestra memoria y ser alguien digno de ser recordado.
La literatura en su capacidad de fénix hace renacer a las palabras muertas de
tiempos inmemoriales paralelamente hace
recuperar ideas, conocimientos y la sabiduría adquirida de la misma praxis; nos
deja ser de nuevo con ella.
La literatura en el hombre contemporáneo no puede pasar
desapercibida porque detrás de cada cambio, de cada acto, de cada vida que
comprende este mundo ahí puede saberse que estuvo el mundo de las letras de las
ideas un mundo que mientras sea leído palpitará y no tendrá fin.
Rosario del Carmen Flores Vallejo
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