El Error de la Luna y la Redención de Dos Estrellas
Efectivamente, fue el error de la luna. La niña cayó en
embelesos, de esos que roban el aliento. Esos que son mortíferos. No tanto como
la cabeza de Medusa, más bien como flechas envenenadas de idealización del
infame Cupido. Ese que yace en la obra de Botticelli. ¡Qué va! Cupido está en
pañales. ¿Qué va a saber él del amor?
La niña salió de la galería de arte con rumbo a su hogar.
Llegó la noche.
— ¡Egua!
Estoy aquí, en el mismo lugar donde tu inercia me arrojó. La desviación de
la luz parecía un buen atajo. Bueno…ahora ya no. Voy caminando con los
ojos mirando al suelo y el corazón al cielo. Te quiero alcanzar. Tengo un
pesar, tengo varios, no me dejan ir… me atan. Es mi obediencia la que me tiene
atado. ¡Egua
reflexiona-te!
¿Cupido qué va a saber de lo que le duele a Egua el silencio
o de lo que provocaron en ella la actitud altiva y los ojos de Íptemo? Esos
ojos que desdeñaron todo, como haciéndolo a un lado; así como quien hojea un
libro en el estante empolvado. Ese libro abierto, que ansioso por ser
descubierto, aceptó las caricias de unas manos canallas entre sus
hojas.
— Estoy
aquí en el péndulo de movimiento eterno entre dos lugares, dos corazones. En
aquellos tiempos descompuestos. Todo por las “alas” y sentimientos adiabáticos
que en mi pecho habitan. Ya tomaron mi lugar, es cierto ¿alguna vez lo tuve…aún
lo tengo?
Dile tú ciego Cupido, que además tuviste la desfachatez de
vendarle los ojos, ¿quién te creíste para flechar al de los ojos equivocados?
¿O quizás fue un desvarío?
— Aquí
estoy en tu espectro memorial Legeips, llena de frecuencias que no te dejan
escuchar mis latidos... ¿me ves? ¿Dónde estoy? Quizás estoy más cerca de ti
pero me anulas. Mi pulso se nulifica, me estoy muriendo y tu atemporalidad no
me alcanza. ¡Legeips reflexiona-me!
No, no... Si fue el error de la luna y de Cupido; de esa
primavera de cuatrocientas especies florales; del invierno que se avecinó así:
sigiloso asesino de juventud que día a día nubló todo un poco más. Fueron los
vientos, la euforia... o ¿fue Venus?
— ¿Será que
la curvatura del universo no nos deja vernos?
— ¿Son tus
ojos mi espejo y mis ojos son tu espejo?
Venus se vio cegada por su vanidad de mundo rosa. ¿Qué no se
dio cuenta que el amor no es más que otra rosa llena de espinas de su
jardín y un capullo frio? Fue tu cara reclinada y meditabunda reflejo de
evasión. Te evadiste de ver, por tus errores, de frente a los hombres. Les
dejaste un espíritu desquebrajado. ¡Los engañaste! A ellos y a Legeips.
Fueron de la naturaleza las
mareas altas, la predisposición de la luna a acrecentarlas...fue el error de la
luna que en el corazón de Egua destruyó aquellas conjeturas aventuradas de un
amor que nunca tuvo cimientos.
Las tres locas: Belleza no basta, Sabiduría no la
aguanta y Armonía ya no puede mediar en ese juego de discursos retóricos y
alegatos vacíos.
¿Y de qué sirve que estén juntas si el error de la luna fue que
Egua se fijó en los ojos negros de Íptemo? En ese claro de luz que asomó por el
retrovisor, Mercurio le vendió en la
luna su perfecta sonrisa y su “espíritu sin complejos”. Y pagó un corazón
ilusionado al comerciante, al informante, entre la tierra y los cielos. ¿Qué
recibió? Sólo lágrimas y desconsuelos.
Fue el error de Egua, el de la luna, el de esa condenada
estación...es su error, ella cayó en tu trampa de ilusión, Cupido. El
error fue que ella entregó su corazón.
— Nos
empañamos la pupila con nuestros alientos, estamos tan cerca…(que burdo) y a la
vez tan lejos. Doy un paso adelante y tú uno atrás y viceversa. Nunca juntos vamos
a estar.
— ¡Cómo
anhelo tus manías, tus miradas con las mías!
— ¡Cómo
anhelo de tu cabellera la entropía!
Condenados
a nunca verse y sólo reflejarse rondan aquellos amantes en el universo. ¿Se
buscan todavía? Toda la historia fue un picosegundo, fue todo un haz
de luz en el cielo.
— ¿Es
un sueño?
Y entonces la niña se levantó de un brinco y se asomó por la
ventana. Miró al cielo, contempló la noche y agradeció por el día de mañana.
Sintió que el rose de sus manos, mientras oraba mirando hacia Sirio, la movía
desde la más ínfima partícula de su ser hasta la más grande supernova a su
favor.
Supo entonces que sus palabras y su amor, como el aleteo de
una mariposa, provocarían una reacción en el mundo que la rodea y la llevarían
hacia él, el indicado.
A la mañana siguiente, después
de un sueño de veinte años, al fin se reflejó Egua en una primavera anticipada
el 22 febrero. Egua cerró los ojos y despertó. Legeips por fin la encontró.
Rosario del
Carmen Flores Vallejo.
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